Crítica del vicio, de María von Touceda

El título de la novela, Critica del Vicio, es un claro guiño a Kant haciendo referencia a La Crítica del Juicio, en la que se trata de determinar si la facultad de conocimiento contiene principios constitutivos o regulativos, en relación al sentimiento de placer y dolor. La representación de un objeto, en la cualidad estética o subjetiva, acaba incluyendo siempre una “validez objetiva”, siendo subjetivo el sentimiento de placer o dolor, independientes del conocimiento. Los juicios de gusto no son lógicos, sino estéticos, produciendo no una satisfacción interesada (vinculada a la voluntad del sujeto , de que un objeto exista), sino desinteresada (vinculada al sentimiento de placer y dolor en la mera contemplación del objeto). Todo ello se aplica al contenido de esta novela, a través de sus múltiples referencias estéticas, ya sea del arte -pues su protagonista estudia Historia del Arte y experimenta un intenso placer ante la contemplación del mismo, como veremos a continuación-, o ante la contemplación de la belleza del cuerpo masculino, dejándose llevar por ambos, totalmente entregada a estas manifestaciones de la belleza de forma totalmente hedonista en la más clásica acepción de la palabra.

Tengo mucho vicio, es un hecho. Un día tuve un orgasmo en el Museo del Prado. Estaba muy embriagada de polvo blanco y, al doblar una esquina, me encontré con El paso de la laguna Estigua, de Joaquín de Patinir. No sabía que esta joya vivía en Madrid. Fue un encuentro muy romántico e inolvidable. Me gusta pensar que, cada vez que vuelvo a la capital,me espera impaciente, como yo a ella’. Con estas líneas se abre una novela en la que se habla de las adicciones, basada en la experiencia y narrada en primera persona y en la que, con un ácido humor, se desmarca de clásicos de este sub-género como El libro de Caín de Alexander Trocchi, Yonqui de Burroughs, Requiem por un sueño de Hubert Selby Jr. o The basketball diaries de Jim Carroll, puesto que no hurga en la sordidez del underworld de la droga. En este sentido aplica la Teoría del Iceberg de Hemingway: “Siempre trato de escribir de acuerdo con el principio del témpano de hielo (iceberg). El témpano conserva siete octavas partes de su masa debajo del agua por cada parte que deja ver. Uno puede eliminar cualquier cosa que conozca, y eso solo fortalece el témpano (el relato). Conforme a esta teoría lo más importante debe ser omitido, asumiendo por otro lado la inteligencia y la capacidad de discernimiento del lector, de forma que el meollo del relato, lo fundamental, debe permanecer ausente. El relato se construye bajo la premisa de esta ausencia tan palpable y significativa; el lector nota que falta ese algo, de forma que lo omitido es una parte vital de la obra y su significado que el lector debe ser capaz de imaginar o inventar. Tan importante es lo expresado como lo silenciado.

Otra consideración interesante respecto a los clásicos sobre esta temática antes mencionados es, por supuesto, la consideración de lo universal y lo particular: por supuesto que comparte rasgos temáticos con otras novelas del subgénero, por lo que tiene rasgos generales y universales, pero al mismo tiempo retrata a la perfección las particularidades inherentes a esta problemática y estas instituciones en España, con sus peculiaridades características, por lo que podemos identificarnos plenamente y vernos reflejados en sus críticas humorísticas.

La novela no arranca con una descripción del underworld de la drogadicción con sus complejidades e implicaciones sociales y personales, sino en la rehabilitación de la protagonista, que ha decidido poner fin a una etapa de su vida, intuida a través de nebulosas alusiones. Con humor, nos introduce en las instituciones dedicadas a la desintoxicación de los adictos con una crítica de la falta de conocimientos que dichas instituciones tienen sobre los temas que abordan cuando, como prólogo a su estancia en la institución, cumplimenta un formulario lleno de cómicos errores e imprecisiones. Esto no es un hecho aislado, sino algo que pasa con frecuencia y no por constituir una nota humorística es menos realista. Es un hecho común que las personas e instituciones que se dedican a esta tarea tienen a menudo enormes -y ridículas- lagunas que se evidencian generando situaciones que a menudo provocan las carcajadas del usuario de estos servicios o que hacen que, ante una charla informativa obligatoria por parte de alguna bienintencionada Consejería ante una audiencia de jóvenes, estos, entre irritados e incrédulos ante el desconocimiento del ponente, acaben corrigiendo sus imprecisiones. En este caso, es un pequeño desahogo cómico antes de enfrentarse al difícil proceso de la desintoxicación.

Una vez pasado este trámite, se nos presenta un entorno en el que los toxicómanos son ‘democráticamente homogeneizados’ en base a su adicción. Se les quiere desprovistos de cualquier distinción individual y se les despoja de cualquier símbolo de diferenciación, en este caso el Konnemann de la protagonista o El Anticristo de Nietzsche del personaje de Cabaleiro. Con la introducción de personajes cultos, desafía al extendido estereotipo que da por sentado que todos los adictos pertenecen a un lumpenproletariat igualmente uniformizante y nos muestra un panorama mucho más realista, refutando ese mito y abriéndonos una ventana a la realidad. Caracteres antagónicos entre sí: genios y personas con un nivel cultural deficiente, personas con orígenes y motivaciones dispares conviven a diario en el underworld de la droga. Crítica la función de control represor de estas instituciones, que prohiben establecer preferencias entre internos o destacar de cualquier forma. Al igual que en la sociedad burguesa estándar, alimentada por el discurso oficial, cualquiera que se sale de las medidas determinadas establecidas por la sociedad es sancionado y reprimido de alguna manera.

La novela sorprende por su celebración de la vida, pese a la temática, y se niega a caer en el drama fácil. Nos muestra a un personaje que, en un canto a la individualidad, se entrega a la vida y al goce intelectual, estético, sensual, sexual y al amor sin ningún tipo de cortapisa o reserva. El Eros vence de forma aplastante al Tanatos.