The origin of the English language I

Within the Indo-European family tree, surviving languages show various degrees of similarity due to their common origin, bearing a more or less direct relationship to their geographical distribution. They fall into eleven different groups: Indian, Iranian, Armenian, Hellenic, Albanian, Italic, Balto-Slavic, Germanic, Celtic, Hittite and Tocharian.

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Germanic, which antedates the first written records, can be divided into three branches: East Germanic, North Germanic and West Germanic.

East Germanic comprises languages such as Gothic – which accounts for the first written record of Germanic, in the shape of runes in Scandinavia – Burgundian and Vandalic.

North Germanic, which gave way to Old Norse, or early Scandinavian and from which two branches grow out of dialectal differences; on to the East, developing into Swedish and Danish and the other to the West, developing into Norwegian and Icelandic -the most literary of all, with an important body of heroic literature such as the Elder or Poetic Edda compiled by Snorri Sturluson (12th-13th centuries) -.

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Finally, there is West Germanic, to which English belongs, and which separates in High German and Low German due to the operation of the 2nd Sound Shift, by which West Germanic voiceless plosives /p, t, k/ and voiced plosive /d/ changed into other sounds in AD 600 in the southern mountainous Germanic area, but not in the lowlands (North). This phenomenon of unknown origin is often assumed to have its origin in the contact with non-Germanic population due to the migration of foreign tribes into Germanic territory.

Thus, High German is the origin of Rhenish, East Franconian, Bavarian and Alemannic, and Low German divides into Old Saxon (essential constituent of Plattdeutsch), Old Low Franconian (basisfor Dutch and Flemish), Old Frisian and finally, OLD ENGLISH.

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Old English is not entirely uniform, though. It comprises four dialects: Northumbrian, Mercian – each bearing their distinctive features and their common ones -, West Saxon and Kentish. Nearly all Old English literature preserved in manuscripts come from West Saxon, which attained the position of literary standard and was eventually cut short by the Norman invasions, giving way to a standard based on the dialect used in the East Midlands.

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Gottfried Benn y las descomposiciones del cuerpo

El poeta alemán Gottfried Benn (1886 – 1956) cuenta con una producción literaria variada y de gran influencia tanto antes como después del III Reich. Sin embargo, hay una parte de su obra que concentra la atención de los lectores debido a lo peculiar de su temática.

Horse's skull in blueBenn escribe sobre todo poesía en el período anterior a la Primera Guerra Mundial, durante ésta y tras su conclusión. Sin embargo, su temática no está directamente relacionada con la guerra. Su producción poética en esta época, más concretamente entre 1912 y 1919, se conoce como su etapa expresionista, e incluye su obra más conocida: “Morgue und andere Gedichte” (“Morgue y otros poemas”), en la que queda patente su formación como médico en sus aparentemente asépticas descripciones de cadáveres y autopsias, utilizando un lenguaje carente de emotividad ante el hecho de la muerte. Así, en el poema “Schöne Jugend” (“Hermosa juventud”), resulta chocante la identidad de los receptores de su ternura y su contraposición al desapego mostrado hacia la muerte en plena juventud de un espécimen de su propia especie, desplazando los sentimientos que esperamos que exprese por éste en una dirección inesperada:

“La boca de una muchacha que había reposado largamente en el cañaveral

estaba muy roída.

Cuando se abrió el pecho, el esófago estaba muy agujereado.

Al final, en una glorieta debajo del diafragma,

apareció un nido de ratas jóvenes.

Una de las pequeñuelas estaba muerta.

Las otras se nutrían de hígado y riñones,

bebían la sangre helada y habían

pasado allí una hermosa juventud.

Y hermosa y rápida les llegó también la muerte:

las tiraron todas al agua.

¡Ay, cómo chillaban los tiernos hociquillos!”

El notable desapego que muestra por el “ente físico” que yace en la mesa pareciendo representar únicamente la rutina en el trabajo de un médico forense evoca de alguna manera las meditaciones sobre las Diez Descomposiciones del Cuerpo en el budismo. En ellos, el meditador contempla cuerpos muertos en distintos estados de descomposición, mediante su inspección y posterior visualización, supervisado por un maestro, para corregir el excesivo apego a la belleza, los placeres sensuales y comodidades. No obstante, el desapego no es absoluto, pues muestra ternura y compasión por los pequeños seres que representan la vida brotando de la muerte, y su repentino final, segando sus vidas en el comienzo de su hermosa juventud. Personas y animales se equiparan, resultando sus vidas igual de frágiles e impermanentes y sujetas a la misma temporalidad.

Traducción literaria

La dificultad de la traducción literaria radica en el hecho de que la forma del texto está fuertemente arraigada en la cultura, en este caso de la lengua fuente. El traductor es el encargado de reproducir no sólo el sentido de dicho texto, sino también su forma, dentro de lo posible, en la lengua término. Esto es importante en cualquier texto literario y crucial si hablamos de poesía. La traducción literaria está orientada hacia el producto final, el texto término, al reproducir el valor del texto original, mientras que una traducción que se basase más en el texto original, resultando más fiel a la forma que al sentido, sería más útil como orientación y base ilustrativa del proceso de la traducción.

En circunstancias ideales, un traductor debería sentir un gran respeto por el autor cuya obra se encuentra a punto de traducir, una afinidad especial con su obra, así como una profunda comprensión de la misma. De esta forma, el traductor lleva a cabo su labor interdisciplinar, conjugando diferentes destrezas:

– lingüísticas, por su puesto, pues su dominio de la lengua origen y la lengua término es la piedra angular de una buena traducción,

– estéticas, pues debe ser capaz de reproducir la fuerza y el valor inherentes al texto origen en su versión en la lengua término, junto con el sentido implícito y explícito,

– temporales, puesto que al enfrentarse a un texto escrito hace tiempo, éste requiere un tratamiento, por fuerza, diferente,

– culturales, para ser consciente de que existen fenómenos paralelos en dos culturas que, sin embargo, se describen con palabras diferentes.

Literalidad en la traducción

En estos tiempos de avances tecnológicos diarios, cada día se crean nuevas aplicaciones que facilitan la vida diaria de las personas con acceso a tales avances. Últimamente he escuchado en la radio los detalles de las mejoras realizadas en Google Translator, gracias a las cuales van a poder traducirse fragmentos orales de conversaciones en el momento. Sin embargo, esta aplicación tiene sus limitaciones, al estar fundamentada en un sistema literal de traducción, que seguramente dará lugar a no pocas hilarantes situaciones que pueden traernos del recuerdo aquel memorable discurso de Kennedy en Alemania en el que declaraba ser un donut (Ich bin ein Berliner, en lugar de Ich bin Berliner que sería “soy Berlinés”).

El caso es que en la traducción no sólo prevalece la lingüística, sino que estamos ante una tarea interdisciplinar. Y si se pueden cometer cómicos errores debido a las diferencias lingüísticas como el anteriormente mencionado, las faltas de exactitud debidas al exceso de literalidad, pueden ser aún mayores, pese a que pueda resultar paradójico. El texto está inserto en una red de signos culturales de las lenguas fuente y término, por lo que la fidelidad al sentido del texto no es igual a la equivalencia entre palabras o textos, sino que al funcionar el texto dentro de una cultura, se debe conseguir que el impacto del texto en la lengua término sea igual que el texto original en la lengua fuente.

Como opinaba Douglas Robinson, la traducción es un proceso intuitivo; “sense is not cognition but sensation”. Y eso no lo conseguirá jamás una aplicación.